26/4/10

Donde la magia descansa

Me crié en un mundo de cuentos y leyendas, viniendo de donde vengo, no es para menos y nada me sorprende. Bueno… casi nada.
Una noche pasó algo que cambió mi vida para siempre, mi concepción del mundo. Sentaos alrededor mío en esta noche, pues algo que solo se oía en relatos de taberna, cobró vida. Acercaos.

Era una noche estrellada, y después de un día duro trabajando en mi taberna, se agradecía un paseo por el gran prado que linda con nuestra aldea. Era una noche primaveral, y se respiraba en el ambiente un aroma optimista a jazmín y dama de noche. Los recolectores de plantas medicinales ya hacia unas horas que se habían marchado a sus casas. Y ahí estaba yo solo, contemplando el mágico paraje, y las estrellas suspendidas en la bóveda celeste. Me dirigí a un banco de piedra para disfrutar de esa noche, cuando a cierta distancia de donde yo estaba, justo en la frontera con el bosque, percibí algo que se movía. .Aunque no lo podía ver bien, sabía que algo o alguien se desplazaba en la oscuridad. No me hubiera asustado ese hecho, ya que encontrarse a alguien paseando por el prado de noche no era nada extraño, de no ser porque la silueta que se vislumbraba era gigantesca.
Tuve miedo en ese momento, pero había algo en mi cabeza que me invitaba a seguir a aquel ser, y así lo hice. A paso ligero me acerqué rápidamente a la entrada del bosque, sin hacer ruido y con mi corazón a punto de estallar. Lo que vi me hizo estremecer. Aquel ser ahora se veía con más claridad, y no era una persona, tampoco un animal. Parecía más bien un árbol. ¡Un árbol que se dirigía caminando hacia el bosque!!

No me creía lo que estaba viendo. La criatura no me veía, o no le importaba mi presencia, iba caminando muy lentamente hacia los árboles. Escondido en un gran matorral pude verla mucho mejor. Era como un humano árbol, un híbrido entre las dos especies. Ni tan alto como los árboles ni tan pequeño como los humanos. El hecho de ver un ser como aquel ya era extraordinario, pero hubo algo que me dejo petrificado. Su rostro, su expresión. Un rostro arrugado y milenario, mágico…y triste. Esos ojos tenían la sabiduría de millones de estrellas, de infinitos poemas, y de inacabables cuentos mágicos y tristes. El hombre árbol se adentró en el bosque, y yo lo seguí. Estaba maravillado, mi madre muchas veces me contaba la leyenda que hablaba de esos seres, yo me reía y no me la creía, pero me encantaba oírla y me llenaba de paz. Esa leyenda contaba, que cuando las personas mueren, las que han sido buenas y nobles, y han creído siempre en la magia de los bosques y de los cuentos, se convertían en seres con aspecto semihumano y semiárbol, llamados…Brancos.

No me podía creer que tuviera ante mis ojos uno de esos seres mágicos de los que hablaba mi madre ¿Dónde iba? ¿Siempre tenia esa expresión tan melancólica? Lo seguí a través del bosque, en silencio y sin hacer ruido, observándolo. Cuando estábamos llegando al límite del bosque, vi un resplandor dorado, una especie de portal. El extraordinario ser se dirigió hacia ese portal lleno de luz, y entonces me acordé de otra parte de la leyenda que me contó mi madre acerca de los Brancos. Ella me explicó que ellos, al cabo de miles de años, iniciaban un viaje final. Un viaje de mucho tiempo hacia


un lugar brillante y mágico, donde esos seres descansaban. Me di cuenta en ese momento, que esa maravillosa criatura iba a ese sitio a morir, estaba llegando al final de su camino, de su vida. No me lo podía creer, estaba viendo el final de la vida de un ser que vivía milenios, y además me parecía increíble que su lugar de muerte estuviera cerca de mi hogar. Vi como el Branco se paraba justo enfrente del portal dorado, y me dio mucha pena. Esos ojos, esa mirada mágica iban a decir su último adiós. Quería saber más de ese final, adentrarme con el en ese mundo. Al ver que el Branco daba sus últimos pasos hacia el portal, salí corriendo hacia el, quería irme con el. Pero de pronto, el portal se ilumino de forma cegadora, y no tuve más remedio que pararme y tirarme al suelo, aturdido.
Aunque la mágica criatura iba muy lenta, no pude alcanzarla. El portal explotó sin ruido alguno, y el bosque se volvió silencioso, como jamás había estado. Me levanté del suelo aún un poco mareado y fui corriendo hacia donde había desaparecido el Branco. No quedaba rastro de el, ni del portal.

Me quedé un rato observándolo todo, y en el suelo me encontré una hoja del Branco. Brillaba con un tenue fulgor plateado. Al cogerla, empezaron a llegar imágenes a mi cabeza. Eran maravillosas, me enseñaban un mundo lleno de paz y sabiduría. Solo fue un momento, pero fue lo más maravilloso que jamás sentí. Metí la hoja de Branco en mi bolsillo y fui hacia mi casa. Al principio estaba triste por presenciar la muerte de esa criatura, pero poco a poco me di cuenta que esas sensaciones maravillosas que tuve al coger la hoja, me empujaban a pensar que el Branco había ido a un lugar fantástico. Si ya de por si seguramente ese ser había tenido una vida mágica, creo que su muerte ha sido un portal a una vida aún más preciosa. No se, quiero pensar eso.

Llegué a mi taberna dormida y me senté en una silla al lado del mágico fuego. Pensé en todo lo que había pasado aquella noche, y una lágrima resbaló por mi mejilla y cayó en mi mano. La observé, y pude ver unos ojos sabios en un rostro arrugado, me miraban. Una sonrisa asomó a mi rostro.
Mañana junto al fuego se contaran historia en la taberna, una de ellas, se recordará en el mundo…para siempre.

Y aquí acaba esta historia, amigos. Ahora sed buenos y espero que creáis en la magia de los bosques y de los cuentos, solo así, podréis encontrar vuestro más allá. Cuando vayáis al bosque prestad atención a los árboles. Seguro que ente ellos nos están vigilando los Brancos, y si los respetamos quizás nos cuenten…que se encuentra al final de su camino. Wizard



Pronto se publicará en un recopilatorio junto a otros escritos mios y de Carme